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Análisis de la obra "La Estructura de las Revoluciones Científicas" de Tomas Samuel Kuhn (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Kuhn caracteriza como ciencia normal a la "investigación basada firmemente en una o
más realizaciones científicas pasadas,
realizaciones que alguna comunidad
científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como
fundamento para su práctica posterior"[3].
El reconocimiento de dichas realizaciones se basa en gran parte
en los libros de textos, los cuales se popularizaron a
partir del siglo XIX, como exposiciones de la "teoría
aceptada, [que] ilustran muchas o todas sus aplicaciones
apropiadas y [que] comparan éstas con experimentos y
observaciones de condición ejemplar"[4].
Kuhn contempla los libros de
textos no sin cierta preocupación y reserva.

Seguidamente, trae a colación los libros
clásicos
, los cuales a su juicio sirvieron de mucho,
pues, definían durante algún tiempo tanto los
problemas como
los métodos
que constituían parámetros legítimos para la
práctica de la ciencia,
para un conjunto de generaciones siguientes. Los libros
clásicos cumplían esta función,
debido a que compartían dos características
esenciales: a) Su logro carecía de precedentes como para
atraer a un grupo duradero
de partidarios y b): "eran lo bastante incompletas para dejar
muchos problemas y ser resueltos por el redelimitado grupo de
científicos"[5].

Ejemplos de tales libros clásicos son: "La Física de Aristóteles, El Almagesto de Tolomeo, los
Principios y
la Óptica de Newton, la
Electricidad
de Franklin, la Química de Lavoisier
y la Geología
de Lyell"[6].

Kuhn introduce aquí su conocido y discutido
término de "paradigmas"
como un "término que se relaciona estrechamente con
ciencia
normal"[7], en la medida en que constituye el
marco
teórico que recoge las realizaciones
científicas pasadas y aglutina a un grupo de partidarios,
a pesar de no resolver a cabalidad el conjunto de problemas
planteados. Los paradigmas son entonces el punto de partida de
las prácticas científicas e incluyen: ley,
teoría, aplicación e instrumentación. En otras palabras,
proporcionan los modelos a
partir de los cuales se constituyen las tradiciones coherentes de
prácticas de investigación científica.

Ejemplos de paradigmas son los que nos describen los
historiadores como: Astronomía tolemaica (o de
Copérnico), dinámica aristotélica (o
newtoniana), óptica
corpuscular (u óptica de las ondas).

Así, los paradigmas constituyen el marco y fundamento
desde el cual se ilustra y prepara "al estudiante para formar
parte como miembro de una comunidad
científica con la que trabajara"[8]. De
este modo, cuando los científicos están bien
formados, rara vez se producirán desacuerdos sobre "los
fundamentos claramente expresados"[9]. Las
investigaciones tendrán como base
paradigmas compartidos, esto es, un conjunto de reglas y normas comunes
para llevar adelante la práctica científica.

Los paradigmas surgen en momentos de madurez alcanzados por la
práctica científica. En las fases iniciales suele
darse el caso de cierta investigación "científica
sin paradigma"[10]. Para aclarar este
punto, Kuhn nos remite al ejemplo de la óptica
física
, en cuyos inicios existieron muchas escuelas
en torno a la
teoría epicúrea, aristotélica o
platónica. Uno de esos grupos
consideraba que la luz:

"estaba compuesta de partículas que emanan de cuerpos
materiales;
para otro, era una modificación del medio existente entre
el objeto y el ojo; todavía otro explicaba la luz en
términos de una interacción entre el medio y una
emanación del ojo; además, había otras
combinaciones y modificaciones. Cada una de las escuelas
correspondientes tomaba fuerza de su
relación con alguna metafísica
particular y todas realzaban, como observaciones
paradigmáticas, el conjunto particular de fenómenos
ópticos que mejor podía explicar su propia
teoría. Otras observaciones eran resueltas por medio de
elaboraciones ad hoc o permanecían como problemas
al margen para una investigación
posterior"[11].

Así, Kuhn destaca que todas estas escuelas tuvieron
importante participación para dar lugar: "al cuerpo de
conceptos, fenómenos y técnicas
del que sacó Newton el primer paradigma casi uniformemente
aceptado para la óptica física"[12]
. Si bien las prácticas de investigación que
adelantaban estas escuelas no llegaban a constituir
prácticas científicas propiamente dichas, sin
embargo, demarcaban un ámbito de problemas en torno a los
cuales se desarrollaban divergencias entre grupos de
investigadores.

En un momento dado, según Kuhn, ocurre que una
teoría logra imponerse sobre sus competidoras, y atrae
hacia sí a los investigadores del campo, hasta un punto en
que las escuelas restantes comienzan a quedarse sin partidarios.
Cuando esto sucede, estamos ante una "revolución
científica". Y este es el caso de Newton, cuya
teoría logro proporcionar el paradigma que articuló
a la óptica física, para llegar a ser una ciencia
madura.

Kuhn explica que la transición sucesiva de un paradigma
a otro por medio de una "revolución" es el patrón
usual del desarrollo de
una ciencia madura. Sin embargo, como vimos, no fue el
patrón característico del periodo anterior a la
obra de Newton, y tal es el contraste que nos interesa en este
caso. Como puede verse en el periodo anterior a Newton,
preexistían "desacuerdos fundamentales", donde cada quien
acudía por su lado a todos los hechos que parecieran tener
relevancia para explicar el fenómeno de luz.

De este modo, una Revolución Científica
puede traducirse en pocas palabras, como un hallazgo de un
paradigma que alcanza aceptación universal:

"no es extraño que, en las primeras etapas del
desarrollo de cualquier ciencia, diferentes hombres, ante la
misma gama de fenómenos (.) los describan y los
interpreten de modos diferentes. Lo que es sorprendente, y
quizás también único (.) es que esas
divergencias iniciales puedan llegar a desaparecer en gran parte
alguna vez".

Y, ¿cómo es que pueden llegar a desaparecer esas
divergencias? Y, Kuhn nos responde que: "Por el triunfo de una de
las escuelas anteriores al paradigma, (.) que hace
hincapié sólo en alguna parte especial del conjunto
demasiado grande e incohado de informes"[13]. Es decir, que esa
escuela
llegó a recortar exitosamente el universo de
los hechos que la teoría pretendía explicar. Y al
ser aceptada su teoría como paradigma, se impuso sobre sus
competidoras, sin necesidad de explicar todos los hechos que se
puedan confrontar con ella[14]Kuhn pone de
relieve que
cuando una teoría alcanza el status de
teoría se sucede un desarrollo en la ciencia natural.

Por último, nos dice que la madurez alcanzada por la
ciencia va acompañada de un fenómeno concomitante,
al lado del ya descrito relativo a la desaparición de las
escuelas predecesoras debido a la sucesiva conversión de
sus defensores al nuevo paradigma.

Dicho fenómeno concomitante se refiere a los escritos
de los científicos, los cuales también se
transforman. Los libros de textos (que pretendían
reconstruir en forma abarcadora el campo de discusión,
justificando el uso de cada concepto)
comienzan a ser sustituidos por "artículos breves
dirigidos sólo a los colegas
profesionales"[15]. Si los primeros estaban
orientados hacia los principiantes y/o auditorio general, los
segundos se dirigen a los especialistas; y adicionalmente, si los
primeros hacían explícitos sus presupuestos y
sus conceptos, los segundos en cambio, dan
por sentado que el lector está familiarizado con los
conceptos esgrimidos en el paradigma.

Capítulo II

La ciencia
normal

Abordaremos en esta sección los capítulos III,
IV y V del libro de Kuhn,
los cuales en su conjunto enfocan distintos aspectos
característicos de la ciencia normal: que van desde la
tipología de sus problemas experimentales y
teóricos, pasando por la identificación de los
incentivos que
impulsan a los científicos hacia la resolución de
los problemas, hasta la definida prioridad de los paradigmas
sobre las reglas.

  • a) ¿De qué se ocupa la
    ciencia normal?

Kuhn inicia el presente capítulo recordándonos
que un paradigma es aquella teoría que se impone
sobre sus competidoras, gracias a que logra explicar un conjunto
de problemas con una mayor precisión. Así nos dice:
"En su uso establecido, un paradigma es un modelo o
patrón aceptado y este aspecto de su significado me ha
permitido apropiarme de la palabra `paradigma´, a falta de
otro término mejor"[16]. Obviamente, Kuhn
está pensando en un "modelo" o "patrón" para
explicar los problemas planteados.

Ahora bien, Kuhn nos aclara que esto no significa que el
paradigma logre explicar completamente los problemas
planteados. Antes bien, a su juicio, el paradigma representa tan
sólo "una promesa de éxito"[17] y la ciencia
normal no será más que la realización de esa
promesa. ¿En que sentido? Todo paradigma, según
Kuhn acarrea enormes "operaciones de
limpieza"[18], que son las actividades
constitutivas de lo que Kuhn define como "ciencia
normal"[19]. ¿En qué consisten estas
tareas de limpieza? En aquellas labores orientadas a consolidar
el paradigma en tanto modelo o patrón explicativo de la
naturaleza de
las cosas.

Veámoslo detenidamente. Kuhn señala que, como
punto de partida, la ciencia normal recorta o restringe
"drásticamente la visión", enfoca "un cuadro
pequeño de problemas"[20]. En otras
palabras, se aboca a la reunión de un conjunto de hechos
bajo tres enfoques fundamentales:

1º. La identificación de aquellos hechos
"particularmente reveladores de la naturaleza de las
cosas"[21]. Esta tarea consiste en la
ubicación de hechos que demuestran la
concordancia entre la teoría representada por el
paradigma y la "naturaleza de las cosas". Dentro de esta tarea,
existen los esfuerzos por alcanzar determinaciones
fácticas de mayor precisión. Kuhn nos presenta los
siguientes ejemplos:

 

"En astronomía la posición y magnitud de
las estrellas, los periodos de eclipses binarios de los planetas; en
física, las gravedades y comprensibilidades
específicas de los materiales, las longitudes de onda y
las intensidades espectrales, las conductividades
eléctricas y los potenciales de contacto; y en
química la composición y la combinación de
pesos, los puntos de ebullición y la acidez de las
soluciones,
las fórmulas estructurales y actividades
ópticas"[22].

2º. La determinación de hechos que muestran el
carácter o la potencia
predictiva de la teoría del paradigma, o dicho
con palabras de Kuhn, "el descubrimiento de nuevos campos en los
que el acuerdo [entre teoría y naturaleza] pueda
demostrarse"[23]. En esta "tarea de limpieza" los
científicos se abocan con inmensa habilidad e
imaginación hacia la invención de "aparatos
especiales (.) para hacer que la naturaleza y la teoría
lleguen a un acuerdo cada vez más
estrecho"[24], o más sólido. Para
ilustrarlo Kuhn nos presenta los siguientes ejemplos:

Los telescopios especiales para demostrar la predicción
de Copérnico sobre la paralaje anual; la máquina de
Atwood, inventada casi un siglo después de los
Principia, para proporcionar la primera
demostración inequívoca de la segunda ley de
Newton; el aparato de Foucault, para
demostrar que la velocidad de
la luz es mayor en el aire que en
el agua; o el
gigantesco contador de centelleo, diseñado para demostrar
la existencia del neutrino"[25].

Es decir, Kuhn explica que en principio son muy pocos los
campos de hechos donde la teoría del paradigma pueda
demostrarse. En el caso de la teoría de la relatividad de
Einstein, Kuhn nos dice: "que estos campos no excedieron de
tres"[26]. Entonces, esta segunda tarea de
limpieza que emprenden los científicos persigue ampliar
éstos campos o descubrir otros nuevos en que el acuerdo
entre la teoría y la naturaleza pueda demostrarse. Dicha
ampliación o descubrimiento se lleva a cabo mediante la
invención de aparatos especiales.

3º. La articulación de la teoría del
paradigma: "resolviendo algunas de sus ambigüedades
residuales y permitiendo resolver problemas hacia los que
anteriormente sólo se había llamado la atención"[27]. Con respecto
a esta tarea de limpieza, hay que destacar que Kuhn la
caracteriza como la más importante entre todas las que
desarrolla la ciencia normal. Así, dada su importancia,
analiza esta tarea con mayor profundidad, subdividiéndola
en tres partes:

a) La determinación de constantes universales, tales
como por ejemplo: la constante gravitacional universal, el
número de Avogadro, el coeficiente de Joule entre
otros.

b) La determinación de leyes
cuantitativas como por ejemplo:

"La Ley de Boyle que relaciona la presión
del gas con el
volumen, la
Ley de Coulomb sobre la atracción eléctrica y la
fórmula de Joule que relaciona el calor generado
con la resistencia
eléctrica y con la corriente, se encuentran en esta
categoría"[28].

c) La determinación de aspectos cualitativos:

"Por ejemplo, las aplicaciones del paradigma de la
teoría calórica, fueron el calentamiento y el
enfriamiento por medio de mezclas y del
cambio de estado. Pero
el calor podía ser soltado o absorbido de muchas otras
maneras —p. ej. por medio de combinaciones químicas,
por fricción y por compresión o absorción de
un gas— y la teoría podía aplicarse a cada
uno de esos otros fenómenos de varias
formas"[29].

Hasta aquí los problemas experimentales de la
ciencia o la reunión de hechos como "tareas de limpieza"
ejecutadas por la ciencia normal. Ahora bien, Kuhn desplaza
seguidamente nuestra atención hacia lo que son los
problemas teóricos de la ciencia normal. Estos
problemas versan sobre el uso de la teoría existente para
predecir información fáctica de valor
intrínseco. Así:

.. El establecimiento de efemérides
astronómicas, el cálculo de
las características de las lentes y la producción de curvas de propagación
de radio son
ejemplos de problemas de este tipo"[30].

Esta exigencia predictiva de la teoría, en algunos
casos lleva a los científicos a la reformulación
del paradigma y en otros a cambios substanciales dentro del
paradigma. Nos inhibiremos de señalar ejemplos sobre este
caso, dado que Kuhn los ilustra apelando a los Principia
de Newton[31]siendo que, sin embargo,
señala más adelante, en la posdata de 1969, que
este ejemplo fue errado[32]

Por lo pronto, a manera de conclusión, digamos que las
tareas teóricas más importantes de la ciencia
normal se orientan a la iluminación de las ambigüedades que
puedan existir dentro del paradigma.

Así, en su conjunto, tanto en el ámbito
experimental como en el teórico, la ciencia normal,
según Kuhn, se ocupa predominantemente de los problemas
hasta aquí enumerados:

"Estas tres clases de problemas —la determinación
del hecho significativo, el acoplamiento de los hechos con la
teoría y la articulación de la teoría—
agotan, creo yo, la literatura de la ciencia
normal, tanto empírica como teórica. Por supuesto,
no agotan completamente toda la literatura de la
ciencia"[33].

b) ¿Qué impulsa el progreso de la
ciencia normal?

Una vez identificadas las tareas rutinarias de la ciencia
normal, Kuhn realiza la siguiente reflexión:

"la característica más sorprendente de los
problemas de investigación normal que acabamos de ver es
quizá la de cuán poco aspiran a producir novedades
importantes, conceptuales o fenomenales[34]

En efecto, el punto que desarrollará Kuhn lo
desencadena su observación de que en el seno de la ciencia
normal el afán de los científicos no es
precisamente generar novedades teóricas o experimentales.
La cuestión que surge es entonces: ¿cuál
podría ser el incentivo, u objetivo que
persiguen los científicos en el marco de la ciencia
normal?

En primer lugar, nuestro autor ensaya la hipótesis de: "aumentar el alcance y la
precisión con la que puede aplicarse un
paradigma"[35] (que como ya vimos constituye una
de las tareas de limpieza antes mencionadas). Sin embargo, esta
hipótesis no es
suficientemente explicativa, pues "no puede explicar el
entusiasmo y la devoción de que dan prueba los
científicos con respecto a los problemas de la
investigación normal"[36].

La observación de Kuhn, es que para los
científicos lo atractivo no es repetir procedimientos ya
previamente experimentados, sino "lograr lo esperado de una
manera nueva"[37] (el subrayado es nuestro). Lo
cual nos aclara el autor, requiere solucionar "enigmas
instrumentales, conceptuales y matemáticos"[38].

Es decir, como vemos, Kuhn para explicar el entusiasmo y la
devoción de los científicos introduce los
términos "enigmas" y "solucionador de enigmas":

"Los enigmas son, en el sentido absolutamente ordinario que
empleamos aquí, aquella categoría especial de
problemas que puede servir para poner a prueba el ingenio o la
habilidad para resolverlos"[39]

y el "solucionador de enigmas" es aquel que se juega su
ingenio para resolver un conjunto particular de problemas.

Lo que Kuhn quiere destacar puede ser mejor aprehendido si
identificamos las características que el problema
científico tiene en común con el "enigma".
Así:

1) No es la importancia de la solución lo que anima a
resolver el problema. Kuhn lo dice del modo siguiente: "los
problemas verdaderamente apremiantes, como un remedio para
el
cáncer o el logro de una paz duradera, con frecuencia
no son ningún enigma, en gran parte debido a que pueden no
tener solución alguna"[40].

2) El asunto tiene que ver más con la existencia
asegurada de una solución. Así como el caso de lo
que anima a una persona
común a resolver un crucigrama o armar un rompecabezas es
la seguridad de que
existe una solución, lo mismo ocurre con los problemas
científicos. Como ya nos ha explicado el autor, un
paradigma implica una delimitación a un campo determinado
de problema bajo el supuesto de que el paradigma brinda un
suelo
suficientemente sólido para hallarles solución. Los
demás problemas que no encajan o pueden ser solucionados
dentro del paradigma se dejan por fuera asumiendo que: son a)
metafísicos, b) pertenecen a otras disciplinas y c) son
demasiados problemáticos es decir, no despiertan
ningún interés o
entusiasmo para los científicos inscritos dentro de un
paradigma científico. De este modo, podemos afirmar que
para Kuhn el rápido progreso de la ciencia normal puede
atribuirse a su concentración en problemas que pueden ser
resueltos.[41]

A manera de síntesis
veamos cómo expone Kuhn estas dos
características:

"un hombre puede
ser atraído hacia la ciencia por toda clase de
razones. Entre ellas se encuentra el deseo de ser útil, la
emoción de explorar un territorio nuevo, la esperanza de
encontrar orden y el impulso de poner a prueba los conocimientos
establecidos. Esos motivos y otros muchos ayudan también a
determinar a qué problemas particulares dedicará
más tarde su tiempo el científico. Además,
aunque el resultado es, a veces, una frustración, existe
una buena razón para que motivos como ésos primero
lo atraigan y luego lo guíen. La empresa
científica como un todo resulta útil de vez en
cuando, abre nuevos territorios, despliega orden y pone a prueba
creencias aceptadas desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el
individuo dedicado a la resolución de un problema
de investigación normal casi nunca hace alguna de esas
cosas
".[42]

Entonces, ¿cuál es el aliciente del
científico? Según nuestro autor, el aliciente es
resolver un problema que representa un reto o desafío para
el propio ingenio, en la medida en que nadie lo ha logrado
resolver o al menos nadie lo ha hecho tan
eficientemente.[43]

3) Un tercer paralelismo entre enigma y problema
científico estaría representado por la existencia
de un conjunto de reglas definidas por compromisos de distintos
órdenes:

a) conceptuales,

b) teóricos,

c) instrumentales y

d) metodológicos.

Dichos compromisos en su conjunto proporcionan un marco de
reglas que apuestan por una determinada comprensión del
mundo y de la naturaleza, extienden la precisión y alcance
del paradigma, permiten analizar toda clase de detalles
empíricos y establecen "modos en que pueden utilizarse
legítimamente los instrumentos
utilizados".[44] A fin de cuentas, reglas
que limitan "la naturaleza de las soluciones aceptables como los
pasos que es preciso dar para obtenerlas",[45]
garantizando que los resultados experimentales se relacionen con
la teoría del paradigma
inequívocamente.[46]

Kuhn concluye su reflexión acerca de este tercer
paralelismo, diciendo que si bien existen reglas que norman a
toda una comunidad científica, sin embargo, dichas reglas
pueden no llegar a abarcar completamente el ámbito propio
de esa ciencia normal. En sus propias palabras: "las reglas,
según sugiero, se derivan de los paradigmas; pero estos
pueden dirigir la investigación, incluso sin
reglas".[47]

c) Prioridad de los paradigmas

El desarrollo de la ciencia normal comporta tareas
disímiles que se adelantan en sucesivas etapas. La primera
es la determinación de los paradigmas compartidos. La
segunda es la determinación de las reglas compartidas.

Ahora bien, conviniendo en que se trata de tareas y fases
distintas, Kuhn señala que la última (concerniente
a la búsqueda de reglas) es más difícil de
llevar a cabo y comporta menos satisfacciones en cuanto a los
resultados esperados que la primera, "es una fuente de
frustración continúa y
profunda".[48]

Así, lo que suele ocurrir es que en la mayoría
de los casos, los científicos están de acuerdo con
respecto a soluciones aportadas por los paradigmas, para
determinados problemas o, como diría Kuhn, están de
acuerdo en la "identificación de un
paradigma"[49]. Y ello, sin que logren un acuerdo
respecto a las reglas concernientes a la
"interpretación plena o
racionalización"[50] del
paradigma.

Es decir, Kuhn encuentra que lo que ocurre generalmente es que
la ciencia normal puede avanzar directamente sobre la base de los
paradigmas sin que existan reglas que guíen tal avance. La
pregunta que surge entonces es: ¿cómo es que la
ciencia puede avanzar sin un cuerpo de reglas aceptadas?
¿Cómo se liga el científico "a una
tradición particular de la ciencia
norma?"[51] .

Para respondernos, nuestro autor acude al concepto
acuñado por Ludwing
Wittgenstein conocido como "parecido de familia"[52], según el cual
hacemos uso de términos lingüísticos de manera
inequívoca asumiendo que los objetos a los que aluden
dichos términos son: "familias naturales, cada una de las
cuales está constituida por una red de semejanzas que se
superponen y entrecruzan"[53].

Veámoslo con el ejemplo del término "juegos".
Hacemos uso continuamente de este término asumiendo
"consciente o intuitivamente"[54]. que existe un
conjunto de atributos comunes para todos los juegos. Pero, cuando
analizamos más detenidamente el caso, encontramos que no
necesariamente todos los juegos comparten simultáneamente
la totalidad del conjunto de atributos, sino que algunos juegos
comparten ciertos atributos mientras que otros juegos comparten
otros.

Lo mismo sucede entonces con la ciencia normal. Ella avanza no
precisamente porque exista un cuerpo básico de reglas que
oriente la investigación, sino porque existe una red de semejanzas entre los
problemas y técnicas de investigación que los
científicos intuitivamente reconocen. Michael Polanyi
-citado por Kuhn en pie de página- sostiene: "que gran
parte del éxito de los científicos depende del
"conocimiento
tácito", o sea, del conocimiento adquirido a través
de la práctica y que no puede expresarse de manera
explícita"[55].

Es decir, los paradigmas determinan a la ciencia normal sin
que necesariamente intervengan reglas explícitas. Kuhn
señala cuatro razones para explicar esta prioridad de los
paradigmas sobre las reglas:

1º) la dificultad de determinar las reglas, dificultad
antes citada cuando recurrimos a la idea de Wittgenstein sobre
"los parecidos de familia"[56]. En este sentido,
diremos entonces que la misma dificultad que existe para definir
los juegos es la misma que existe para descubrir las reglas que
guían a la ciencia normal.

2º) La influencia de la educación
científica: los científicos aprenden las leyes,
conceptos y teorías
a través de las aplicaciones concretas a casos concretos
de la experiencia; es decir, no adquieren la comprensión
de la ciencia a través de una aproximación en
abstracto sino a través de sus aplicaciones concretas a
los problemas científicos.

3º) La irrelevancia de las reglas cuando existe un
paradigma: Cuando los científicos están seguros de que
los paradigmas permiten resolver los problemas de su campo, la
búsqueda de reglas no adquiere ninguna importancia. En
cambio, cuando no están seguros de que los problemas de su
campo hayan sido resueltos, entonces desaparece la
despreocupación característica hacia las reglas,
las cuales pasan a cobrar una importancia relevante. En pocas
palabras, las reglas son importantes para la comunidad
científica, mientras no se haya consolidado un
paradigma.

4º) La amplitud de la validez de las reglas, contrario a
la más estrecha validez de los paradigmas. Para Kuhn, en
las ciencias puede
haber revoluciones grandes y pequeñas, según
afecten a los miembros de una subespecialidad profesional. Ello
es distinto con respecto a los paradigmas, los cuales no alcanzan
una aceptación muy amplia. Kuhn lo dice del modo
siguiente: "Las reglas explícitas, cuando existen, son
generalmente comunes a un grupo científico muy amplio;
pero no puede decirse lo mismo de los
paradigmas"[57], los cuales pueden ser muy
diferentes para quienes se encuentran en un mismo campo o en
campos estrechamente relacionados. El ejemplo que nos brinda se
refiere a la mecánica
cuántica, cuyos miembros aprenden sus leyes atendiendo
a las distintas aplicaciones de su especialidad: unos aprenden
sus aplicaciones a la química, otros a la física de
los sólidos, de modo tal que, cada subespecialidad
profesional, trasmite el paradigma a sus futuros
científicos de modos muy diferentes.

Para ilustrarlo mejor, Kuhn nos cuenta que una vez
realizó una pregunta sobre el átomo del
helio a un químico y a un físico. El químico
opinó que el helio es una molécula y el
físico, en cambio, dijo que el helio no era una
molécula. Nuestro autor comenta que lo curioso del caso es
que ambos estaban hablando de la misma partícula y, sin
embargo, ambos presentaban diferentes criterios, dada su
preparación y práctica sobre la
"investigación que les era propia"[58]. Sus
experiencias tenían algo en común, pero en este
caso "no les indicaban exactamente lo mismo a los dos
especialistas"[59]. Así, lo que resultaba
revolucionario para uno, no lo resultaba para el otro
[60]

Capítulo III:

La Crisis de la
Ciencia Normal

En este capítulo nos ocuparemos de los aspectos
desarrollados por Kuhn a lo largo de los capítulos VI, VII
y VIII. En ellos se ocupa de mostrar los distintos
fenómenos y manifestaciones que acompañan al
surgimiento de las crisis en el
seno de la ciencia normal, desde la aparición de las
anomalías que desembocan en descubrimientos
científicos, pasando por la competencia
surgida entre paradigmas caracterizada como un periodo de
profunda inseguridad
profesional que desemboca en el surgimiento de nuevas
teorías científicas, hasta las distintas actitudes de
los científicos hacia la crisis. A continuación,
abordaremos cada una de dichas manifestaciones en orden
sucesivo.

  • a) La emergencia de los descubrimientos
    científicos

Las preguntas que orientan a la siguiente sección
son:

  • ¿por qué surgen las anomalías en el
    avance de la ciencia normal?

  • ¿cómo es que ellas preceden a los
    descubrimientos científicos?

Al iniciar el esfuerzo por responderlas, Kuhn nos advierte que
el curso de la ciencia normal no apunta precisamente hacia la
búsqueda o encuentro de novedades fácticas o
teóricas. Sin embargo, tal como lo podemos registrar en la
historia de la
ciencia, tales novedades sobrevienen en forma inesperada
en las investigaciones de los científicos y, cuando
sobrevienen, lo hacen poniendo en juego un
conjunto de reglas existentes, hasta un punto tal en el que su
asimilación exigirá la formulación de un
nuevo cuerpo de reglas que determinará que la ciencia en
cuestión pase a ser otra.

En otras palabras, el surgimiento de las anomalías y su
asimilación en el seno de la ciencia normal precede y
propicia al advenimiento del descubrimiento científico que
hace de la ciencia un cuerpo teórico con un nuevo conjunto
de reglas. Ahora bien, ¿cómo tienen lugar estos
cambios que hacen que las ciencias devengan en
otras?[61]. Kuhn intenta dar cuenta de ello,
señalando que los descubrimientos científicos "no
son sucesos aislados, sino episodios extensos"[62]
. Es decir, para llegar a ellos, se suceden varios pasos: en un
primer momento, el científico es sorprendido por la
percepción de la anomalía, es decir,
por la manifestación de la naturaleza comportándose
en forma opuesta a las reglas vigentes dentro de la ciencia
normal. En un segundo momento, los científicos se dedican
a estudiar la anomalía. Y, por último, en un tercer
momento, los científicos desarrollan la teoría del
paradigma que asimila la anomalía, de modo tal que lo que
aparecía como anormal ya no lo parece más.

Kuhn ilustra esta secuencia del surgimiento de las
anomalías con el ejemplo del descubrimiento del oxígeno, donde se sucedieron previamente un
conjunto de episodios que hacen de este descubrimiento un
fenómeno complejo[63]¿En que
consiste esta complejidad? Veamos el caso concretamente. En la
década de 1770 –según relata nuestro autor-
tres investigadores científicos tuvieron distintos
acercamientos a este gas. Ellos son: Scheele, Priestley y
Lavoisier. El asunto notable es que cada uno de ellos, por
separado, encontró el gas sin poder
interpretar inmediatamente de qué se trataba. Si bien los
dos primeros no dieron nunca con la naturaleza exacta del gas,
Lavoisier tampoco dio con ella en una primera etapa. Sin embargo
sí logró hacerlo siete años después,
cuando a lo largo de sus constantes exploraciones dio con la
teoría correcta.

Así, la complejidad de estos hechos se revela en la
dificultad de responder a las siguientes preguntas:
"¿Quién descubrió el oxígeno?";
"¿Cuándo fue descubierto el
oxígeno?"[64]

Abordando la tarea de responder en cuál momento y a
quién atribuir el descubrimiento del oxígeno, Kuhn
resuelve pasar por alto a Scheele, en la medida en que nunca
publicó su trabajo, y
también a Priestley dado que este científico nunca
identificó correctamente la naturaleza del gas. Pero
también se niega a atribuir el descubrimiento a Lavoisier
pues "hasta el final de su vida Lovoisier insistió en que
el oxígeno era un "principio de acidez" atómico y
que el gas oxígeno se formaba sólo cuando este
"principio" se unía con calórico, la materia del
calor"[65].

Por demás, no fue sino hasta 1810 cuando se
eliminó el principio de acidez de la comprensión
del oxígeno, y hasta 1860 cuando se eliminó el
elemento calórico.

Los hechos anteriores le permiten a Kuhn sostener que no
existen respuestas para preguntas de esta naturaleza:

"Aunque sea indudablemente correcta, la frase "El
oxígeno fue descubierto", induce a error, debido a que
sugiere que el descubrir algo es un acto único y simple,
asimilable a nuestro concepto habitual de la visión (y tan
discutible como él)[66]".

Así, para él, un descubrimiento no puede
atribuirse a una persona ni inscribirse en un momento dado,
puesto que es, como hemos destacado hasta aquí, un
proceso
complejo que incorpora los tres momentos arriba descritos: la
percepción de la anomalía, la exploración de
ella y la producción de teoría para
explicarla.

Seguidamente, Kuhn se plantea otra pregunta:
¿podríamos decir que la incorporación
conceptual de la anomalía implica de suyo un cambio en el
paradigma? Y su respuesta es afirmativa. El descubrimiento de
Lavoisier no lo fue tanto del oxígeno como de la
teoría de la combustión, la cual es conocida como la
"revolución química"[67]. Sin
embargo, queriendo ser más preciso, Kuhn manifiesta que no
fue propiamente el descubrimiento del oxígeno lo que
propicio "la revolución química"[68]
o la teoría de la combustión, sino más bien,
una "comprensión previa"[69] de que algo no
encajaba y que exigía una nueva teoría para
explicar correctamente las cosas. Es decir, la percepción
de la anomalía propiamente dicha, la convicción de
que algo andaba mal, fue la antesala del descubrimiento.

Kuhn apela a otros dos ejemplos: el descubrimiento por
Roentgen de los rayos X y el
descubrimiento de la botella de Leiden, para reforzar su tesis de
que los descubrimientos no son hechos puntuales acaecidos en un
momento determinado, sino que son procesos
graduales y complejos. No recorreremos tales ejemplos
aquí, sino que recalcaremos lo que nuestro autor concluye
una vez que los ha examinado:

"las características comunes a los tres ejemplos antes
citados, son también comunes a todos los descubrimientos
de los que surgen nuevos tipos de fenómenos. Esas
características incluyen: la percepción previa de
la anomalía, la aparición gradual y
simultánea del reconocimiento tanto conceptual como de
observación y el cambio consiguiente de las
categorías y los procedimientos del paradigma,
acompañado a menudo por
resistencia"[70].

Con el fin de brindar una explicación más
elocuente acerca de las tres fases en las que sucede el
descubrimiento científico, una vez que ha surgido la
aparición de una anomalía, Kuhn establece un
paralelismo con el fenómeno psicológico de la
percepción, mostrado por el experimento de Bruner y
Postman.

En efecto, estos investigadores diseñaron dos barajas
anómalas y las pusieron dentro de un mazo de barajas
restante. Al pasar las barajas en forma sucesiva y rápida
ante los ojos de distintos observadores, en un primer momento,
estos no percibieron las dos barajas anómalas sino que las
identificaron como otras barajas normales del mazo. Fue en
oportunidades sucesivas, después de varias pruebas y al
ensayar la prueba de forma mas lenta, que algunos de los
observadores comenzaron a captar que había "algo raro",
sin poderlo identificar en una primera fase. Y, todavía
después de varias repeticiones más de la prueba fue
cuando comenzaron a identificar las barajas anómalas.

Asimismo, el experimento anterior mostró que algunos
observadores fueron incapaces siempre de identificar las barajas
anómalas. Esto último para Kuhn es
manifestación de la resistencia que también tiene
la percepción (así como lo mencionó antes
respecto de los descubrimientos) ante los fenómenos
novedosos.

"Ya sea como metáfora o porque refleja la naturaleza de
la mente, este experimento psicológico proporciona un
esquema maravillosamente simple y convincente para el proceso del
descubrimiento científico. En la ciencia, como en el
experimento con las cartas de la
baraja, la novedad surge sólo dificultosamente,
manifestada por la resistencia, contra el fondo que proporciona
lo esperado"[71].

De este modo, Kuhn corrobora la afirmación inicial
relativa a que la "ciencia normal no es una actividad dirigida
hacia las novedades, sino que al contrario les ofrece resistencia
y hasta tiende a suprimirlas".[72]

Por otra parte, el hecho de que las anomalías surjan
simultáneamente en diversos laboratorios de
científicos no comunicados entre sí, constituye
otro motivo de reflexión para Kuhn, llegando a concluir al
respecto que tal coincidencia "es un índice tanto de la
poderosa naturaleza tradicional de la ciencia normal como de lo
completamente que esta actividad tradicional prepara el camino
para su propio cambio"[73]. En pocas palabras, el
surgimiento de anomalías es la ocasión que induce
en todo caso a los descubrimientos científicos, hitos que
constituyen el avance de la ciencia normal.

b) La emergencia de nuevas teorías
científicas

Ahora bien, el avance de la ciencia normal, no sólo
esta constituida por los descubrimientos científicos, sino
también por el cambio de paradigmas. Obviamente, la
percepción de anomalías obliga a los
científicos a abandonar ciertas creencias y procedimientos
previamente aceptados, y a reemplazarlos por otros que les
permiten lograr una explicación más amplia y
más precisa de los fenómenos de la naturaleza,
llegando a la formulación de nuevas teorías.

Del mismo modo que los descubrimientos científicos,
toda formulación de una nueva teoría
científica va precedida siempre de la percepción de
anomalías y de una crisis correlativa, a lo largo de un
proceso de sustantiva duración y alcance profundo, que se
traduce como un periodo de "inseguridad profesional
profunda"[74].

Para demostrar su tesis, Kuhn presenta tres ejemplos
ilustrativos en este capítulo, donde agudos y sacudidos
periodos de "inseguridad profesional profunda" precedieron
respectivamente al surgimiento de:

Primero: la teoría astronómica de
Copérnico,

Segundo: la teoría de Lavoisier sobre la
combustión del oxígeno, y

Tercero: la teoría de la relatividad de Einstein.

En nuestra exposición, nos contentaremos con seguir el
primer ejemplo referido por el autor, relativo a la teoría
astronómica de Copérnico para captar las
características de esos procesos de sustantiva
duración y alcance profundo constituidos por los periodos
de "inseguridad profesional profunda".

Durante los dos siglos antes y los dos siglos después
del inicio de nuestra era, la teoría ptolemaica que
precedió a la teoría copernicana tuvo un
éxito indiscutible en la descripción de los movimientos de planetas
y estrellas. Sin embargo, si su precisión fue admirable,
ésta no fue completa: "la teoría ptolemaica
presentaba fallas para explicar la posición de los
planetas así como la precesión de los
equinoccios"[75].

Los investigadores que sucedieron a Ptolomeo consagraron gran
parte de su actividad normal hacia el intento de disminuir estas
imprecisiones. Así, fueron agregándose ajustes
sucesivos a la teoría ptolemaica, lo que al final de
cuentas generó una complejidad sustantiva en el seno de la
astronomía, complejidad que creció más
rápido que la exactitud de dicha ciencia, en la medida en
que "las discrepancias corregidas en un punto tenían
probabilidades de presentarse en otro"[76] .

Es decir, la percepción de las anomalías que
dominaban a la teoría ptolemaica se hizo cada vez
más generalizada y aceptada en el seno de los propios
astrónomos a lo largo de los siglos siguientes,
particularmente entre el siglo XIII y el siglo XVI, cuando al
unísono los astrónomos europeos "reconocían
que el paradigma astronómico fallaba en sus aplicaciones a
sus propios problemas tradicionales"[77].

"Durante el siglo XIII, Alfonso X pudo proclamar que si Dios
lo hubiera consultado al crear el Universo, hubiera
recibido un buen consejo. En el siglo XVI, Domenico da Novara,
colaborador de Copérnico, sostuvo que ningún
sistema tan
complicado e inexacto como había llegado a ser el de
Tolomeo, podía existir realmente en la naturaleza. Y el
mismo Copérnico escribió en el Prefacio al De
Revolutionibus, que
la tradición astronómica
que había heredado sólo había sido capaz de
crear un monstruo (.)[78]

Más aún, Kuhn nos señala que:

"Este reconocimiento fue el requisito previo para que
Copérnico rechazara el paradigma de Ptolomeo y se diera a
la búsqueda de otro nuevo. Su famoso prefacio [al De
Revolutionibus]
es aún una de las descripciones
clásicas de un estado de crisis"[79].

Ahora bien, aunque otros factores socio-históricos
influyeron en el cambio y la caída del paradigma
tolemaico, tales como la presión social en pro de la
reforma del calendario, la crítica
medieval a Aristóteles, el ascenso del neoplatonismo en
el Renacimiento,
entre otros[80]sin embargo, Kuhn nos dice que el
centro y eje de la búsqueda de uno nuevo fue
indudablemente "el desbarajuste técnico de la
teoría tolemaica"[81].

Así, después de recorrer y analizar los ejemplos
concernientes a: la teoría de Lavoisier sobre la
combustión del oxígeno, y a la teoría de la
relatividad de Einstein, Kuhn realiza las siguientes
observaciones generales:

1) "Sólo surgió una nueva teoría
después de un fracaso notable de la actividad normal de
resolución de problemas"[82];

2) El derrumbamiento y proliferación de teorías
tuvieron lugar antes de la enunciación de la nueva
teoría;

3) Los problemas que no lograban ser resueltos por la
teoría habían logrado ser reconocidos desde mucho
tiempo antes a la aparición de la nueva teoría.

De este modo, la conclusión de Kuhn en esta
sección se orienta a destacar la importancia de las crisis
en la historia de las ciencias, una vez que en cada uno de los
tres ejemplos analizados por él, se observa que, a fin de
cuentas, fue la crisis reconocida de la teoría
científica vigente, la que dio lugar al surgimiento de la
nueva teoría.

Preguntémonos ahora que, si las crisis son
condición indispensable para el surgimiento de una nueva
teoría, ¿Cómo reaccionan los
científicos ante tales crisis? ¿Cuál es el
comportamiento
de los científicos ante los procesos de crisis
teóricas?

c) La Respuesta a la Crisis

Kuhn señala que, en primer lugar, los
científicos se niegan a renunciar al paradigma que los ha
conducido a la crisis. Es decir, los científicos no
reconocen en las anomalías el surgimiento de ejemplos
contrarios a la teoría. Nuestro autor nos resume el
asunto, diciéndonos que los científicos sólo
aceptaran la invalidez de una teoría "cuando se dispone de
un candidato alternativo para que ocupe su
lugar"[83].

Es decir, que el desarrollo científico no ocurre por la
demostración de la falsedad de una teoría, al
señalar el contraste de esta con la experiencia, sino que
ocurre dentro de un proceso de competencia entre paradigmas, en
la comparación entre ellos y la evaluación
de su alcance para encajar con la naturaleza.

Así, los científicos se niegan a reconocer en
las anomalías ejemplos contrarios a su teoría. Como
hemos visto, cuando surgen anomalías, los
científicos se dedican a inventar "numerosas articulaciones y
modificaciones ad hoc de su teoría para eliminar
cualquier conflicto
aparente"[84].

Ahora bien, si los ejemplos contrarios llegan a constituir
algo más que un simple hecho irritante, será porque
contribuyen al surgimiento de un análisis nuevo y de una nueva
teoría, dentro de la cual dichos hechos no pueden ser
concebidos de forma distinta.

Kuhn señala que muchos científicos se han visto
obligados a abandonar la ciencia, por su incapacidad para tolerar
las crisis. En este sentido, agrega que el científico
tiene que tener la capacidad de vivir "en un mundo
desordenado"[85], capacidad que denomina como la
"tensión esencial" implícita en la
investigación científica"[86]

Ahora bien, no hay investigación en ausencia de
paradigmas. De este modo, "rechazar un paradigma sin reemplazarlo
por otro, es rechazar la ciencia misma"[87]. Pero,
además, siempre hay ejemplos contrarios a la teoría
en el seno de toda investigación. De este modo, tenemos
que preguntarnos, "¿Qué es lo que diferencia a la
ciencia normal de la ciencia en estado de crisis?". En el caso de
la ciencia normal, los ejemplos en contrario constituyen los
enigmas de los que hablamos en el capítulo anterior, los
cuales pueden ser, sin duda alguna, fuentes de
crisis: "Copérnico consideró ejemplos en contrario
lo que la mayor parte de los demás seguidores de Tolomeo
habían considerado como enigmas en el ajuste entre la
observación y la teoría"[88].

En el fondo, todas las teorías se ven confrontadas
continuamente por ejemplos en contrario. De modo que la
diferencia entre la ciencia normal y la ciencia en estado de
crisis puede referirse diciendo que la ciencia en estado normal
apuesta por la concordancia entre teoría y experiencia,
buscando solventar los enigmas, en distintas formas, muchas veces
no concluyentes ni exentas de discrepancias. Así, para
ilustrar esta condición, Kuhn refiere ejemplos donde la
ciencia normal pudo albergar anomalías y hasta relegar su
solución a momentos posteriores[89]

El punto entonces es que las anomalías necesitan un
ingrediente adicional para generar las crisis. Sin embargo, Kuhn
nos dice que no es posible prescribir cual es ese ingrediente,
sino que sólo podemos decir que sucede cuando el ejemplo
en contrario no es tenido como un simple enigma dentro de la
ciencia normal y es reconocido como anomalía en forma
generalizada dentro de la profesión.

En la medida en que el ejemplo en contrario atrapa la
atención cada vez de un mayor número de
investigadores, y en la medida en que no alcanza a ser resuelto,
se convertirá en el objetivo principal a resolver dentro
de la disciplina.
Kuhn agrega que los esfuerzos de resolución tendrán
cada vez una mayor divergencia, siendo que al principio se
hallaran todos acogidos en mayor o menor grado a las reglas
vigentes dentro de la teoría, pero que más adelante
su divergencia habrá avanzado de tal forma hasta hacer
suficientemente confusas las reglas dentro del paradigma.

Así, el paradigma comienza a ser cuestionado,
situación que en algunos casos es explícitamente
reconocida por los científicos. Kuhn ilustra esta
situación con las quejas de Copérnico:

"de que en su tiempo, fueran los astrónomos "tan
inconsistentes en esas investigaciones (astronómicas). que
no pueden ni siquiera explicar u observar la longitud constante
de las estaciones del año". "Con ellos", continuaba
diciendo, "es como si un artista tuviera que tomar las manos, los
pies, la cabeza y otros miembros de sus cuadros, de modelos
diferentes, de tal modo que cada una de las partes estuviera
perfectamente dibujada; pero sin relación con un cuerpo
único, y puesto que no coinciden unas con otras en forma
alguna, el resultado sería un monstruo más que un
hombre"[90].

Kuhn señala entonces dos efectos que parecen ser
universales con respecto a las crisis de las ciencias:

1) todas las crisis se inician con la confusión
creciente de un paradigma y el relajamiento consecuente de sus
reglas;

2) todas las crisis concluyen con la aparición de un
nuevo paradigma y los esfuerzos por imponer su
aceptación.

Y con respecto a este segundo efecto, nuestro autor
señala que la aparición del nuevo paradigma no
constituye de ningún modo un proceso de
acumulación:

"La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo
del que pueda surgir una nueva tradición de ciencia
normal, esta lejos de ser un procedimiento de
acumulación, al que se llegue por medio de una
articulación o una ampliación de un antiguo
paradigma"[91]

Antes bien, se trata de una reconstrucción profunda que
abarca tanto los fundamentos teóricos así como los
métodos y aplicaciones del paradigma. En la
transición misma, existirá un parecido considerable
entre los problemas tratados por
ambos paradigmas, el viejo y el nuevo, sin embargo,
existirá también una diferencia radical respecto a
las soluciones provistas por cada paradigma a dichos problemas.
Finalmente, una vez que se haya producido la transición de
un paradigma a otro, estaremos ante un nuevo marco
teórico, un nuevo método y
nuevas aplicaciones prácticas.

Las crisis entonces, constituyen una antesala para el
surgimiento de nuevas teorías científicas. Ahora
bien, la nueva teoría solo surge cuando "se percibe que
una primera tradición ha errado el camino de una manera
notable"[92]. Pero aún más, en
algunos casos, el nuevo paradigma suele surgir al menos en forma
primaria en los momentos mismos en que la crisis aún no ha
cobrado cuerpo definido ni ha sido reconocida totalmente por los
científicos del campo. En otros casos, el nuevo paradigma
cobra un periodo mayor de tiempo para aparecer, una vez que ha
acaecido la primera percepción de la anomalía.

Kuhn señala que en los periodos de crisis
científicas, puede ocurrir que los científicos
acudan a la filosofía –recurso al que no apelan
en la práctica de la ciencia normal- como forma de
reflexión sobre las suposiciones y reglas que han dado por
admitidas. Esta recurrencia a la filosofía termina
contribuyendo a quebrar la autoridad del
paradigma anterior, abriendo la mente hacia otros basamentos
fundamentales.

A su juicio, todas las observaciones desarrolladas hasta
aquí son "suficientes para mostrar cómo las crisis
debilitan los estereotipos y, simultáneamente,
proporcionan los datos adicionales
necesarios para un cambio de paradigma
fundamental".[93]

En síntesis, en esta sección Kuhn se ha ocupado
de enunciar las distintas manifestaciones de las crisis de la
ciencia normal, en las cuales los científicos cambian su
actitud hacia
los paradigmas existentes, con los que la naturaleza de la
investigación adopta nuevos rumbos. En palabras de Kuhn,
sinteticemos todos estos aspectos:

"La proliferación de articulaciones en competencia, la
disposición para ensayarlo todo, la expresión del
descontento explícito, el recurso a la filosofía y
el debate sobre
los fundamentos, son síntomas de una transición de
la investigación normal a la no-ordinaria. La
noción de la ciencia normal depende más de su
existencia que de la de las revoluciones"[94]

Capítulo IV:

Las Revoluciones
Científicas

Abordaremos en esta sección los capítulos IX y X
del libro de Kuhn, los cuales en su conjunto enfocan los
distintos aspectos que caracterizan a las revoluciones
científicas, desde su naturaleza y significación
para el desarrollo científico, hasta la concepción
de mundo que implican.

a) Las Revoluciones Científicas y su papel
en el desarrollo científico

Kuhn comienza su reflexión acerca de las revoluciones
científicas, definiéndolas como "aquellos episodios
de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es
reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e
incompatible."[95]

Como vemos, para nombrar el cambio de paradigmas, Kuhn
acuña un término más bien propio de los
procesos políticos como es el de "revolución", y
expone sus razones para adoptarlo.

En primer lugar, nos dice que, al igual que las revoluciones
políticas se inician con un sentimiento de
mal funcionamiento de las instituciones,
las revoluciones científicas también se inician con
un sentimiento de mal funcionamiento de los paradigmas. En ambos
casos, el sentimiento es registrado por un sector restringido de
los miembros de la comunidad política o
científica, respectivamente.

Segundo, existe una segunda semejanza que explica la adopción
del término: "Las revoluciones políticas tienden a
cambiar las instituciones políticas en modos que esas
mismas instituciones prohíben"[96]. En este
sentido, durante el periodo de crisis, ninguna institución
gobierna a la sociedad, y
los individuos se separan entre sí, acogiéndose
unos a las instituciones antiguas y los otros a las instituciones
nuevas. Dada una polarización cada vez mayor, dentro de
una situación donde ninguna instancia suprainstitucional
puede dirimir los conflictos
surgidos entre las partes polarizadas, el único recurso de
entendimiento que queda es la persuasión y, algunas veces,
la misma fuerza. Pero, como los bandos están aferrados a
instituciones enfrentadas, la argumentación persuasiva que
surge como recurso se desenvuelve en forma circular: es decir las
partes argumentan desde valores y
creencias que son aceptadas por su bando y llegan a conclusiones
que también identifican a su bando.

El caso es el mismo para las revoluciones científicas.
Los científicos se dividen entre sí
apegándose unos al viejo paradigma, y los otros a la
defensa del nuevo paradigma. Además, no hay ningún
criterio por encima de los paradigmas que sirva como base para
que los científicos se pongan de acuerdo. La lógica
y la experimentación pierden su fuerza inequívoca
para convencer a unos o a otros de los bandos científicos
enfrentados, de modo que no queda un recurso común que
permita establecer la validez de uno u otro paradigma.

Y, Kuhn se pregunta entonces: "¿Por que la
lógica y la experimentación pierden su fuerza
persuasiva? ¿Cuál es la naturaleza entonces de las
diferencias que separan a los bandos científicos entre
sí en la defensa de paradigmas
encontrados?"[97].

Su respuesta es que el desarrollo científico no ocurre
por acumulación, tal como lo han creído los
historiadores y estudiosos de la ciencia tradicionales.
Así, nos dice: "las novedades en el desarrollo
científico raramente ocurren por
acumulación"[98]. Pero, todavía
afirma algo mas significativo: "la adquisición acumulativa
de novedades no sólo es en realidad rara, sino
también en principio, improbable"[99].

Y es improbable debido a que "la novedad inesperada"
sólo puede surgir, por principio, afuera del paradigma,
esto es, "en la medida en que las anticipaciones sobre la
naturaleza y sus instrumentos resulten
erróneos"[100]. En otras palabras, la
novedad se hace presente cuando el paradigma no alcanza para
explicar ciertos hechos, en forma tal que entra en conflicto.
¿En conflicto con quién? Este punto, Kuhn nos lo
aclara con las siguientes palabras: "Así pues, es evidente
que debe haber un conflicto entre el paradigma que descubre una
anomalía y el que, más tarde, hace que la
anomalía resulte normal dentro de nuevas
reglas"[101].

Este conflicto es característico no sólo con
respecto a los descubrimientos científicos, sino
también con respecto a la invención de nuevas
teorías"[102]. Como ya lo vimos en el
capítulo anterior, las anomalías se caracterizan
por su resistencia a ser interpretadas dentro de los paradigmas
existentes y por su impulso a la invención de nuevas
teorías.

Así, pues, dado que la hipótesis que Kuhn ha
desarrollado hasta aquí sostiene que los descubrimientos
científicos y las nuevas teorías no surgen por
medio de un proceso acumulativo, sino por un proceso de
surgimiento de novedades y/o anomalías que ponen en crisis
y generan la ruptura del poder explicativo del paradigma vigente,
tendrá que ilustrar la fuerza de su convicción
examinando los hechos del desarrollo científico.

Contrario a la tesis sostenida por algunos de sus
contemporáneos defensores del positivismo
lógico (partidarios de la tesis acumulativa del
desarrollo científico) [103]Kuhn encuentra
que el análisis de los distintos ejemplos cruciales en el
desarrollo científico le da la razón. Así,
de hecho, las transiciones de la teoría de Newton a la
teoría de Einstein; del geocentrismo de Ptolomeo al
heliocentrismo de Copérnico; y de la teoría del
flogisto a la teoría de la combustión del
oxígeno[104]entre otros, muestran que la
teoría acumulativa del desarrollo científico no
mantiene ninguna fuerza de cara a estos casos históricos.
Al contrario, dichos ejemplos robustecen una y otra vez
más su convicción de que el desarrollo
científico se da por medio de revoluciones, esto es,
mediante crisis donde los antiguos paradigmas son reemplazados
por nuevos, a través de transformaciones teóricas y
aplicaciones profundas que redimensionan tanto la naturaleza de
los problemas fundamentales como las soluciones
pertinentes[105]

Cabe destacar que la característica singular de tales
crisis es, como ya describimos unos párrafos más
arriba, de enfrentamiento entre los paradigmas, mediante
argumentaciones circulares, sin recursos
lógicos ni experimentales para persuadir al bando
contrario.

Kuhn culmina su reflexión sobre las revoluciones
científicas, recordándonos que hasta ahora nos ha
mostrado que los paradigmas son parte fundamental de la ciencia.
Al mismo tiempo, nos anuncia que en adelante nos mostrara que los
paradigmas son también parte fundamental de la
naturaleza[106]

b) Las Revoluciones como Cambios del Concepto de Mundo

Seguidamente, Kuhn examinará cuanto acierto o
desacierto existe en la tendencia natural que inclina a cualquier
historiador de la ciencia a anunciar que tras las revoluciones y
cambios de paradigmas ocurre un cambio mismo del
mundo[107].

"Es algo así como si la comunidad profesional fuera
transportada repentinamente a otro planeta, donde los objetos
familiares se ven bajo una luz diferente y, además, se les
unen otros objetos desconocidos"[108]

¿En que consiste esta sensación de estar en un
mundo diferente, producido luego de las revoluciones
científicas? Para respondernos, Kuhn recurre a las
experiencias psicológicas de la Gestalt
relativas a la experimentación visual de un cambio de
forma: "Lo que antes de la revolución eran patos en el
mundo del científico, se convierte en conejos
después"[109].

Ahora bien, sí estos experimentos ilustran la
naturaleza de las transformaciones preceptúales –nos
comenta-, sin embargo, no son ilustrativos del papel que juegan
los paradigmas en la determinación de la
percepción. Kuhn hace referencia entonces a los estudios
sobre la percepción llevados a cabo por el Instituto
Hannover, y retoma el ejemplo que ya citamos en el
capítulo III, relativo a las barajas anómalas. Como
recordaremos, en aquella experiencia los observadores de las
barajas sólo tenían capacidad para percibir las
barajas que les eran familiares en sus experiencias previas.
Sólo en un proceso gradual y de sucesiva advertencia,
fueron capaces de percibir las barajas anómalas. Ahora
bien, a juicio de Kuhn, este experimento así como otros
citados por los especialistas muestran que la percepción
visual se encuentra fuertemente determinada por la experiencia
previa del sujeto. Sin embargo, la dificultad es que estos
experimentos no demuestran que la observación de los
científicos se comporte según las
características que acompañan a la
percepción visual.

Es decir, el observador de las cartas puede volver una y otra
vez sobre las cartas y ver solamente lo que ha sido capaz de ver
previamente y comenzar a ver algo distinto en virtud de una
autoridad externa –el experimentador- que lo
acompaña y que por vía de la persuasión lo
hace advertir que ha estado viendo un cinco de corazones
negro.

La dificultad de equiparar la observación
científica a esta experiencia estriba en que en este
terreno no hay una autoridad externa. Pero, además, los
científicos no pueden atestiguar ellos mismos sobre el
cambio de percepción que han sufrido, como sí
pueden hacerlo en cambio los sujetos sometidos a los experimentos
de percepción previamente expuestos. No encontramos a un
científico diciendo con respecto a la Luna: "antes
veía un planeta; pero ahora veo un
satélite"[110]. Kuhn enfatiza que en el
caso de los científicos sólo podemos aspirar a
obtener por vía indirecta un testimonio del cambio de
percepción: "Antes creía que la Luna era un
planeta, pero estaba equivocado".

Con el fin de mostrarnos el punto con mayor claridad, Kuhn nos
propone volver a las distintas experiencias científicas
para determinar en ellas "que tipo de transformaciones del mundo
científico puede descubrir el
historiador"[111]. Así, toma como primer
ejemplo el descubrimiento de Urano por parte de William Herschel.
Y nos cuenta que entre 1690 y 1781, en diferentes ocasiones los
científicos vieron una estrella en la posición que
actualmente sabemos que ocupa Urano. Herschel, doce años
más tarde vio ese mismo objeto y no le cuadro lo que
observaba con las características de una estrella. De este
modo, después de algunas cavilaciones afirmó que
era un cometa. Dado que el objeto tampoco encajaba con el
comportamiento de un cometa, otro científico llamado
Lexell sugirió que probablemente se trataba de un
planeta.

El ejemplo de Urano, nos dice Kuhn, guarda una semejanza con
el experimento de las cartas anómalas: el objeto que
veían no se ajustaba a las "categorías perceptuales
(estrella o cometa) proporcionadas por el paradigma que
había prevalecido antes"[112]. Se produjo
entonces un cambio de visión en ambos.

Incluso, el cambio de visión que permitió
descubrir a Urano, permitió también más
adelante, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, descubrir
numerosos planetas pequeños o asteroides. Se podría
afirmar entonces que los astrónomos, a partir de este
descubrimiento, "vivieron en un mundo
diferente"[113].

Kuhn señala que ha elegido este y otros ejemplos de la
astronomía, porque los relatos de sus descubrimientos se
hacen en términos observacionales. Porque en ellos
"podemos esperar hallar algo semejante a un paralelismo pleno
entre las observaciones de los científicos y las de los
sujetos experimentales de los
psicólogos"[114].

Pero, también ejemplos tomados de la electricidad y de
la química nos llevarán a la tentación de
decir que después de un descubrimiento crucial, los
científicos trabajaron en un mundo diferente. En el caso
de la química, una vez que Lavoisier descubrió el
oxígeno, -donde, sabemos, Priestley veía aire
desflogistizado- modificó su visión sobre otras
substancias, descubriendo un mineral compuesto donde Priestley
veía una tierra
elemental.

Es decir que podríamos afirmar algo como esto: "Cuando
menos, como resultado de su descubrimiento del oxígeno,
Lavoisier vio a la naturaleza de manera
diferente"[115]

Sin embargo, esta frase no termina de satisfacerle a Kuhn, y
para explicarnos por que su reserva frente a este tipo de
afirmación, nos propone referirnos previamente el caso de
Galileo y los aristotélicos.

Galileo descubre el movimiento
pendular y sus propiedades específicas, donde los
aristotélicos veían piedras oscilantes. Kuhn se
pregunta ¿que es lo que permitió un cambio de
visión en Galileo, más allá de su genio
particular?[116] Y su respuesta es que Galileo, a
la vez que no fue entrenado suficientemente en la física
aristotélica, recibió la influencia de la
teoría del ímpetu, paradigma vigente a fines de la
Edad Media. En
otras palabras, lo que Kuhn nos quiere decir es que el movimiento
pendular llega a ser descubierto una vez que ocurre un cambio de
paradigma, el cual permite percibir un cambio de
forma[117]

Se pregunta Kuhn entonces sí entre Priestley y
Lavoisier o si entre Aristóteles y Galileo lo que
ocurrió fue sencillamente un cambio de visión.
"¿Vieron realmente esos hombres cosas diferentes
al mirar los mismos tipos de objetos? ¿Hay
algún sentido legítimo en el que podamos decir que
realizaban sus investigaciones en mundos
diferentes?"[118].

Kuhn resume el asunto diciendo que lo que muchos
desearían afirmar, es que al surgir un nuevo paradigma, lo
que ocurre es un cambio de interpretación de las percepciones. Es
decir, Priestley y Lavoisier vieron ambos oxígeno, pero lo
interpretaron de manera diferente, y, a su vez,
Aristóteles y Galileo vieron ambos el péndulo, pero
lo interpretaron también de manera diferente. Kuhn
señala que este tipo de apreciación no es
completamente equivocada. Sin embargo, tampoco es completamente
acertada.

Lo que sucede cuando hay una revolución
científica no es simplemente un cambio de
interpretación de los datos percibidos, ni surge un
ingreso a un mundo diferente. En primer lugar, porque los datos
que manejan los científicos "no son inequívocamente
estables"[119], sino que son objetos diferentes, y
además, el científico frente a esos datos no
desarrolla meramente un ejercicio de interpretación. Y no
es que Kuhn quiera negar que los científicos interpreten
datos, sino que lo que quiere decir es que al hacerlo, presuponen
un paradigma.

Ahora bien, la aplicación de un paradigma en un
ejercicio de interpretación de datos esta muy lejos de
poder provocar su corrección al surgir las
anomalías. Lo que sencillamente hace un científico
normal es articular el paradigma. Es decir, lo que Kuhn quiere
señalar es que la ciencia normal no provoca un cambio de
paradigma: de su seno no surge la corrección del
paradigma. Lo más que puede alcanzar la ciencia normal es
a reconocimientos de anomalías y a procesos de crisis.
Crisis cuyos desenlaces en nuevos paradigmas no se suceden por
procesos de interpretación, sino por acaecimientos
repentinos y no estructurados, por "chispazos de la
intuición"[120].

Y Kuhn nos dice que es por ello que

"los científicos hablan con frecuencia de las vendas
que se les caen de los ojos" o de la "iluminación
repentina" que "inunda" un enigma previamente oscuro [.] En otras
ocasiones, la iluminación pertinente se presenta durante
el sueno"[121]

Es decir, Kuhn afirma que los científicos no trabajan
con los mismos datos neutros y que, por tanto, el asunto no se
circunscribe a un cambio de interpretación. En efecto, los
científicos no trabajan con datos neutros dados, sino con
datos reunidos con dificultad seleccionados en función del
paradigma vigente en cada caso. Así, las mediciones y
operaciones que realizan los científicos están
determinadas por el paradigma bajo el cual trabajan.

"Como resultado, los científicos con paradigmas
diferentes se ocupan de diferentes manipulaciones concretas de
laboratorio.
Las mediciones que deben tomarse respecto a un péndulo no
son las apropiadas referidas a un caso de caída forzada.
Tampoco las operaciones pertinentes para la elucidación de
las propiedades del oxígeno son uniformemente las mismas
que las requeridas al investigar las características del
aire desflogistizado"[122].

Por otra parte, Kuhn afirma además que:

"sea lo que fuere lo que pueda ver el científico
después de una revolución, esta mirando aún
al mismo mundo [.] gran parte de su vocabulario y de sus
instrumentos de laboratorio serán todavía los
mismos de antes. Como resultado de ello, la ciencia
posrevolucionaria invariablemente incluye muchas de las mismas
manipulaciones, llevadas a cabo con los mismos instrumentos y
descritas en los mismos términos que empleaban sus
predecesores de la época anterior a la
revolución"[123]

Si ocurren cambios en estas manipulaciones, ellas se
deberán bien a su relación con el paradigma o bien
a sus resultados concretos. Para ilustrar estos dos tipos de
cambios, Kuhn recurre a una larga y detallada exposición
–que no seguiremos a.C.- sobre las circunstancias que
rodearon y sucedieron al cambio de paradigma ocurrido en la
química con la teoría de Dalton, donde, primero,
podemos observar que una misma operación al ligarse a un
paradigma diferente, puede permitir ver una regularidad de la
naturaleza antes desconocida: y segundo, como la antigua
manipulación en sus nuevas funciones arroja
resultados distintos.

Así, pues, termina Kuhn su reflexión acerca del
mundo de los científicos una vez que ocurren las
revoluciones, diciendo que, a fin de cuentas, no hay datos
neutros ni cambios de interpretación al surgir los nuevos
paradigmas. Pues, tal como lo hemos visto a lo largo de sus
cavilaciones, lo que ocurre es un cambio de datos según
prevalezca uno u otro paradigma. Cambio este (refiriéndose
al cambio en los datos entre uno y otro paradigma) que "es el
último de los sentidos en
que podemos desear afirmar que, después de una
revolución, los científicos trabajan en un mundo
diferente"[124].

Capítulo V

Otros aspectos
relevantes

La presente sección se desarrollara sobre "tres
cuestiones centrales que quedan"[125] por tratar y
que Kuhn aborda a los largo de los capítulos XI, XII y
XIII. Ellas son: (a) la visión equivocada que transmiten
las tradiciones pedagógicas acerca del desarrollo
científico; (b) la competencia revolucionaria entre nuevos
y viejos paradigmas; y (c) el desarrollo científico, a
través de las revoluciones visto como una forma del
progreso científico.

  • (a) ¿Por qué las revoluciones
    científicas no son comprendidas ni registradas en los
    libros de texto?

En los capítulos anteriores, Kuhn ha presentado las
revoluciones científicas recurriendo a innumerables
ejemplos. Sin embargo, dichos ejemplos en el caso de la
tradición científica y los textos
pedagógicos han sido apreciados como adiciones al conocimiento
científico, antes que como revoluciones propiamente
dichas. En otras palabras, la tendencia en la
historiografía de las ciencias ha sido la de mantener una
invisibilidad con respecto a las revoluciones. Tanto
científicos como profanos recurren a "los libros de
texto
científicos junto con las divulgaciones y las obras
filosóficas moldeadas sobre ellos"[126],
como fuentes de autoridad para referir el acontecer de las
actividades científicas. Y ocurre que cada una de estas
fuentes registra los resultados ya aceptados de revoluciones
pasadas, de manera que lo que enfocan son los distintos aspectos
de la ciencia normal. Para decirlo más
específicamente, los dos últimos géneros de
fuentes tienen como base los libros de texto, y estos
últimos, en palabras de Kuhn: "son vehículos
pedagógicos para la perpetuación de la ciencia
normal"[127].

El caso –sigue argumentando nuestro autor- es que "los
libros de texto deben escribirse de nuevo cada vez que ocurre una
revolución científica, y una vez que son escritos,
eclipsan de algún modo la existencia de las revoluciones
que los produjeron"[128]. Así, en general
sucede que los libros de texto tienen una corta sección de
historia, donde se describe una tradición aparentemente
compartida por científicos y profanos, tradición
que en realidad nunca ha existido: "los científicos de
épocas anteriores son representados implícitamente
como si hubieran trabajado sobre el mismo conjunto de problemas
fijos y de acuerdo con el mismo conjunto de cánones
fijos.."[129], como que si la ciencia fuera
una empresa
acumulativa que llega al presente a través de un
desarrollo lineal.

Es decir, la historiografía
científica procede como:

"un proceso comparado a la adición de ladrillos a un
edificio, [donde] los científicos han ido añadiendo
uno por uno hechos, conceptos, leyes y teorías al caudal
de información que proporciona el libro de texto
científico contemporáneo"[130].

Y, quizás, podríamos conjeturar que los libros
de texto presentan el desarrollo de la ciencia así,
atendiendo a una ambición pedagógica. Pero, Kuhn
nos advierte con suficiente énfasis que, sin embargo, "no
es así como se desarrolla una
ciencia"[131].

En efecto, según este autor, el asunto real es que los
científicos anteriores atendieron a problemas
específicos, con instrumentos y cánones de
resolución también específicos. Y el punto a
destacar no es que los problemas sean los únicos que han
cambiado de generación en generación, sino que
también han cambiado las teorías y los hechos que
se conjugan en los paradigmas.

Para ilustrar su argumento, Kuhn recurre al concepto de
elemento químico de Robert
Boyle[132]señalando que cuando Boyle
utilizó este concepto, lo hizo como "una paráfrasis
de un concepto químico tradicional [.y] lo ofreció
sólo con el fin de argumentar que lo que se llama un
elemento químico no existe"[133]. Y es que
en el fondo, nos dice Kuhn, un concepto como el de elemento,
concepto del mismo género que
el de tiempo, energía, fuerza o partícula, "no es
ni inventado ni descubierto en absoluto"[134].
Así,

"La definición de Boyle puede hacerse remontar por lo
menos hasta Aristóteles y se proyecta hacia adelante a
través de Lavoisier hasta los libros de texto modernos.
Esto, sin embargo, no quiere decir que la ciencia haya
poseído el concepto moderno de elemento desde la
antigüedad."[135].

El argumento central aquí es que dichos conceptos
tienen poca significación en si mismos, y que la que
llegan a alcanzar se encuentra subordinada al contexto dentro del
cual emergen, es decir, a su relación "con otros conceptos
científicos, con [determinados] procedimientos de
manipulación y con aplicaciones de
paradigmas"[136].

Entonces, Boyle no inventó el concepto de "elemento".
Lo que sí cambió fue "la relación de
"elemento" en la manipulación y la teoría
químicas, transformó a la noción en un
instrumento muy diferente del que antes había sido y, en
el proceso, modificó a la química y al mundo de los
químicos"[137], razones todas gracias a las
cuales fue el propulsor de una revolución
científica.

(b) La competencia revolucionaria entre nuevos y viejos
paradigmas

Una vez que un grupo de científicos se ha convencido de
un nuevo modo de ver la ciencia y el mundo, cabe preguntarse
¿cómo es que el grupo de los investigadores
embarcados en el desarrollo de la ciencia normal pasan a
abandonar la tradición y a compartir el nuevo paradigma?
Para atender a esta inquietud, Kuhn examinara en primer lugar la
posibilidad de que la respuesta sea la de "las pruebas, la
verificación o la falsación de las teorías
científicas establecidas"[138].

Y aclara que el investigador de la ciencia normal si bien es
un solucionador de enigmas, sin embargo, no es alguien que ponga
a prueba los paradigmas. Si realiza pruebas, estas son en todo
caso, realizadas desde la aceptación del paradigma. De
este modo, la prueba del paradigma sólo tendría
lugar: "cuando el fracaso persistente para obtener la
solución de un problema importante haya producido una
crisis"[139]. Pero, todavía más, la
prueba, sigue afirmando Kuhn, "sólo se produce
después de que el sentimiento de crisis haya producido un
candidato alternativo a paradigma"[140].

Partes: 1, 2, 3
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